miércoles, 10 de abril de 2013


Tres principios básicos

Principio 1: Quieres convencer a alguien de algo.

Hay tres palabras clave en este primer principio. El primero es convencer. Tu documento debe ser un argumento
bien construido con buenos razonamientos y amplia evidencia. El segundo es alguien.
Tú escribes para un lector concreto. No es lo mismo escribir un documento para el
director comercial de una empresa («¿Cuánto cuesta esto?» se preguntará) que para el
director técnico («¿Cuáles son las necesidades de memoria y de CPU?»). Sus intereses
son distintos y sus conocimientos, también. La tercera palabra clave es algo. Solo
quieres convencer de una cosa, de una afirmación. No dos, no tres; sólo una. No es
que sólo haya una idea en todo vuestro escrito, sino que todas las demás idea están
subordinadas a esa una que queréis contar. Llamaremos a esta idea la idea controladora.


Principio 2: Ten piedad del pobre lector.

Tu no escribes para ti, sino para tu lector. Debes pensar en él todo el rato. Lo más importante es ser consciente de qué es lo que sabe en cada momento.


Principio 3: Reescribe, reescribe, reescribe. 

El tercer principio básico simplemente refleja una realidad casi obvia: a nadie le salen las cosas bien a la primera. La
escritura no es una excepción. Todos ensayamos aquella frase importante, o entrenamos antes de la final del campeonato de empresa. Una foto, un cuadro, un cocido,
necesita revisiones, aunque sólo sea para ajustar el punto de sal. Pues esta idea tan
simple y evidente se nos escapa a menudo a la hora de escribir, y a menudo entregamos lo que es poco más que un esbozo o un borrador. O en palabras del escritor Quim Monzó: «Incluso para el escritor con más experiencia, escribir consiste, básicamente en reescribir, reescribir y reescribir; y después, pasar a limpio lo que se ha reescrito, una y otra vez.»

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